HISTORIA “LOS SIGNOS DE PUNTUACIÓN
Tres
bellas, ¿qué bellas son?
Me
han exigido las tres
que
diga de ellas cuál es
la
que ama mi corazón.
Si
obedecer es razón,
digo
que a Soledad, ¡NO!
A
Julia, cuya bondad
persona
humana no tiene, ¡NO!
Aspira
mi amor a Irene, ¡qué NO!
Es
poca su beldad.
Los
signos de puntuación son herramientas que le confieren expresividad y
entonación a un texto, de no usarlos sería difícil comprender lo escrito.
Imagínese en los inicios de la escritura alfabética, letras que formaban una
aglomeración consecutiva y compacta sin puntuación. Debió ser difícil la
lectura. Aún así, necesitaron pasar unos 15 siglos para que osaran separar las
oraciones. En la Edad Media escribían las frases en líneas separadas, más tarde
se les ocurrió emplear la coma y el punto, posteriormente usaron la mayúscula
inicial, los paréntesis, la separación en párrafos, hasta llegar a la
diversidad de signos que son parte de nuestra lengua actual.
Ubicar
comas, puntos, comillas, signos de interrogación o exclamación, paréntesis y
demás, le otorga vida a un escrito y permite una eficiente comunicación entre
escritor y lector. De este modo estas herramientas pasan a ser una
representación gráfica de nuestros gestos, miradas, señas o entonaciones
vocales que hacemos al hablar y que enriquecen y le dan sentido y significado a
nuestro mensaje. Aún así no son suficientes. Quizás llegue a ser complicado,
hasta imposible, representarlo todo en un texto, la comunicación hablada es
compleja, se apoya en signos paralingüísticos (la entonación, llanto, suspiros)
y extralingüísticos (movimientos, gestos, posturas, guiños) que implicarían un
verdadero reto llevarlos a un texto valiéndose únicamente de signos. Hablando
comprendemos de inmediato la ironía o la complicidad, el sarcasmo, el enojo,
hasta podemos llegar a captar una mentira con sólo observar a la persona. Todos
estos elementos que nos permiten entender las intenciones desaparecen en un
texto donde sólo caben las palabras.
Un
caso interesante se dio en los inicios de la era digital, año 1980 para ser
precisos. Dentro de una universidad en Pittsburg (EEUU) el diálogo a través de
internet entre investigadores, profesores y dirigentes era cotidiano. Se
trataba de mensajes simples, carentes de colores e imágenes. El dilema surgió
luego de algunos malos entendidos. En ocasiones se enviaban bromas que no eran
interpretadas como tales, justamente por la falta de los elementos esenciales
para darle intención, una sonrisa, un codazo o un guiño. Otros pretendían ser
sarcásticos pero ningún mensaje era captado con el sentido original. Esto llevó
a malas interpretaciones y grandes problemas, por lo que el investigador, Scott
Fahlman, propuso al resto de los miembros de la comunidad que usaran la
expresión :-) para alertar que se trataba de una broma y la expresión :-(
cuando se tratara de un tema serio. El código era simple, con la ayuda de los
dos puntos más el guión y un paréntesis se podía simular una cara que
trasmitiera la intención del mensaje. Esta anécdota sirve de ejemplo para
mostrar cuánto necesitamos de las expresiones extra-lingüísticas para
comunicarnos y entendernos. A partir de aquella propuesta de Fahlman, las caras
con expresiones se popularizaron y propagaron, tanto que hoy podemos verlas con
frecuencia en la red.
Pero
esto será tema de otro artículo. Hoy vamos a conocer el origen de algunos de
estos signos, el de interrogación y exclamación, fundamentales para expresar
duda o pregunta, gran alegría o un grito de horror.
El signo de interrogación (?) nace de la palabra en latín questio (pregunta),
palabra que luego se abrevió como Qo.
Esto indica que en la antigüedad se agregaba Qopara
representar una pregunta. Más tarde, esta abreviatura dio lugar al signo de
interrogación tal como lo conocemos, lo que hacían era dibujar una Q mayúscula
encima de una o minúscula, si lo intentamos veremos
cómo se asemeja al signo de interrogación final.
Otra teoría señala que este signo nace durante el siglo XIX y que
proviene de la costumbre de agregar sobre el punto final de la oración una
pequeña curva vertical. La curva representaba la entonación de una pregunta.
El signo de admiración (!) tiene un origen similar al primero.
Procede de contraer la exclamación latina Io.
Ésta era una expresión de alegría. Pronto se la abrevió colocando la I (i
mayúscula) sobre la o minúscula. Fácilmente podemos
reconocer a la ‘i’ sobre la ‘o’ como un palito sobre un punto, tal como el
signo de admiración.
En un principio se empleaba sólo el signo final, el de cierre,
tanto para el de exclamación como para el de interrogación, incluso años
después de que la Real Academia, en 1754, declarara que se debía iniciar con el
signo de apertura. Pero las imprentas siguieron editando según la costumbre. El
hecho de que hoy encerremos una pregunta o una exclamación dentro de dos signos
no fue por una necesidad, se debió a una imposición. Actualmente, con el uso de
Internet se tiende a la brevedad e inmediatez, por lo que informalmente se
omite el signo de apertura, imitando a otras lenguas como el inglés. El tiempo
dirá si esta nueva costumbre popular se imponga por sobre la forma tradicional.
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